sábado, 4 de diciembre de 2010

Relato o algo: Cenizas pálidas

Cenizas pálidas
Por Madame

Un martes veintitrés de febrero, tuve frío y te mostré cómo encender una llama con las palabras.
Subestimándola por ser pequeña, te acercaste a ella, te quemaste... y te quedaste; gozando del incendio que carcomió tu carne en un orgasmo... que no tardó en terminar.
¡Y ahora te arrepientes de estar obscurecido!, me culpas de tener corazón y cuerpo hechos polvo.
En silencio te preguntas; ¿cómo es que todavía duele? Y es que hay cenizas que siguen rojas, arden y duermen sobre la piel, -todavía queman-. 
No me abraces para cuidarlas, ¿añoras prolongar el brillo?... ¡sólo morirán despacio! Así que me voy, para dar paso al viento, que las enfurece y luego las mata; porque cuando invada la palidez del frío a lo que fuera tan rojo como enfermizo, vendrán a ti los recuerdos de mi piel blanca, y podrás llorar más fuerte al saber que no puedes quemar las cenizas de un libido, las cenizas lívidas. Al descubrir que no puedes guardar el cadáver de un sentimiento esperando que no se evapore, que no vuele escapando entre tus dedos.  Que un doloroso incendio te impregna de su eterno aroma.
¿Te pesa el sufrir al contemplar cómo se apaga mi luz en ti? No te preocupes, no quiero más de ella en tu miseria. Porque el que sabe jugar con fuego aprende a quemarse, y a usar leña barata para quitarse el frío pasajero.
Un jueves 23 de septiembre, me enseñaste a extinguir toda luz con mis propias lágrimas



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Viridiana Urías (Madame) escribió estas letras al conocer el tedio de la decepción.

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