jueves, 2 de diciembre de 2010

Cuento: El señor de los grillos


El señor de los grillos
Por René Urías


En algún tiempo los hombres grillo comenzaron a preguntarse cuál era la razón de la existencia, el porqué de los animales, de su devenir, de su historia como género y decidieron elegir de entre todos ellos aquel que sería el encargado de  rastrear la razón para su vida, al que sería el grillo más sabio; un hombre grillo llamado Whitman.
Aquel hombre grillo, aceptó con halago el encargo y decidió observar su entorno… después de mucho cavilar, decidió que debía retirarse a una cueva, lejos de todos y aislarse para resolver el enigma que le habían encomendado. Al introducirse en ella, vio un enorme muro que era bañado lateralmente por la luz que penetraba por la entrada y se dedicó a observarla por largo tiempo esperando que alguna idea le llegara a la mente, pero pasando algunas semanas  se percató que la soledad de aquella cueva no le brindaría resultados y salió al exterior.
Al hacerlo vio como un conejo devoraba hierba mientras un enorme perro lo intentaba cazar (sin resultados) pues el conejo huyó seguido por éste. En aquel momento el hombre grillo no valoró lo que había visto. Al caminar se dio cuenta de que sin pensarlo había llegado al lugar donde el conejo se disponía a comer y levantó la hierba que aquél en su carrera había dejado en el suelo, como los días en la cueva le habían dado hambre, casi sin pensarlo se llevo a la boca el olvidado banquete -sabía rico-, él personalmente prefería las hojas de algunos árboles que daban hojas color verde pálido con sabor a menta, le eran particularmente deliciosas, pero en ese momento no estaban cerca, así que decidió hacer una provisión de aquellas hierbas y regresó a su cueva, se sentó nuevamente frente al muro, y mientras comía comenzó a dibujar lo que había visto; el conejo, el perro y los otros animales que había encontrado en su paseo. No pudo dejar de notar que prácticamente todos los animales que  había dibujado se alimentaban de lo mismo que él, claro el perro comía carne, pero a decir verdad cuando así le era necesario también había probado de algún insecto u otra delicia campestre, como una jugosa cochinilla, o algún regordete gusanillo. En ese momento tuvo un destello, y se percató que si bien él podía comer casi cualquier cosa, había animales que sólo comían hierbas, y pensó en eso por largo rato,  presintiendo que había algo ahí que podría ayudarlo en su tarea.


En tanto, un hombre grilllo llamado Exxo incitaba a sus congéneres a haraganear y festejar sin medida, preparando una gran fiesta para el regreso de Whitman. Eran comunes los excesos de este hombre grillo y mucho más su capacidad de convocatoria, así que en un momento todos los grillos se enfrascaron en continuos banquetes, que solo eran interrumpidos por un desorbitado deseo sexual, que una vez satisfecho, continuaban con la fiesta que parecía no tener límites.
Esto  los llevo a un momento en el que la pavorosa velocidad a la que se reproducían acabó por infestar todo aquel campo, y quedó anulada toda privacía individual, desatando cruentos combates a muerte entre los machos quienes defendían su territorialidad con mordiscos y salvaje voracidad. Cuando la comida comenzó a escasear, la lucha se convirtió en la batalla mas cruenta que jamás viera la tierra, y los campos se tiñeron de sangre.
 Mientras tanto el sabio hombre grillo, había llegado a una conclusión; su raza era nacida directamente de la hierba, así lo indicaba su color, su cercanía con la naturaleza. Su misión en la vida, pensó, era cuidar de ella, pues si ésta desaparecía, los animales herbívoros morirían y con ésto, quienes se alimentaran de ellos, y así hasta que todo aquello que daba sentido a la vida, caería muerto y con ello su raza también.
Corrió hacia la entrada mientras las piernas se le desentumían, al salir y dirigirse hacia el valle donde habitaba, el panorama le crispó la piel. El piso donde alguna vez hubo césped era una gigantesca e interminable mancha roja, y los cuerpos desmembrados de sus amigos y parientes le ofrecían una escena de terror infinito, lo único que en pie estaba al centro de su poblado, era el tronco desnudo del que fuera el árbol más grande y  frondoso de aquellos lugares, se dirigió hacia él mientras los gemidos moribundos de los animales carnívoros, le lastimaban los oídos. Al llegar al árbol y ver las ramas sin hojas como implorando al cielo, se le llenaron los ojos de lágrimas, abrazó el tronco y lloró desconsoladamente por horas hasta quedarse dormido.
Por la noche, el tronco, nutrido por las lagrimas de Whitman comenzó a emitir un sonido que invadió todo aquel campo, y he ahí que  de las ramas retoñaban lo que a los ojos de un perplejo Whitman parecían ser montones de hojas que emitían chirridos, de un enorme salto subió hasta él y lo que vio le hizo abrir los ojos hasta que sus orbitas le dolieron; de cada rama brotaba como  si de  hojas se trataran, cientos, quizá miles de pequeños grillos, que chirriaban juguetones, el árbol después de algunas horas había recuperado su apariencia verde, y el sonido que emitían se escuchaba a kilómetros. Para la mañana siguiente todo aquella extensión se encontraba repleta de retoños y renuevos, pues el canto de los grillos había llamado de nuevo a la naturaleza y aunque tembleque y frágil, parecía que una esperanza salía de la tierra, Whitman asumió que el alma de sus amigos había tomado la forma de aquellos pequeños seres que tenían cierta semejanza con su raza.
Se dirigió a la cueva y  pintó en el muro la historia del árbol de los grillos y dio en narrarla a cada nueva generación, cosa que hizo hasta el mismo día de su muerte, para que el cuidado de la tierra no se olvidara, y que estos pequeños insectos que alguna vez fueron casi hombres y que ya no tenían ni la fuerza ni la estatura  de sus predecesores hicieron un mejor papel en la historia de la naturaleza, claro, de cuando en cuando, aparece un grillo alma de aquel Exxo, que incita a los demás al desenfreno, y han llegado a ser sumamente molestos, pero se dice que siempre que ésto ha llegado a ocurrir, el espíritu de Whitman aparece y de una forma que sólo puede definirse como mágica, regresa a la naturaleza a su ciclo, ante la mirada asombrada de su desenfrenado y revoltoso congénere.
Quizá valga observar el hecho de que, si bien los grillos y los hombres fueron uno al principio, se dice que del lodo ensangrentado y los cadáveres de aquella gran lucha surgieron los seres humanos, quienes ahora tienen su propio enfrentamiento con la naturaleza, pero bueno, esa, es otra historia….

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René es potosino, dramaturgo ganador del premio 20 de noviembre Manuel José Othon en Dramaturgia en el año 2005 con su obra "Los rayos son las venas del cielo".
Actualmente prepara el montaje para "Las hermanas sangre" de su autoría, una obra de cabaret (lo que se entiende por cabaret al estilo brechtiano) en comedia.

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