jueves, 16 de diciembre de 2010

Cuento: Absurdo macabro

Absurdo macabro
por Mariano González-Leal Messina


Querido amigo:


Preguntas cómo me siento después de haber cometido lo que tú llamas "esos horrores". Pues bien: he actuado en nombre del Amor, y tal circunstancia me exime de cualquier responsabilidad atribuible a la vesania. Me han llamado "monstrum", mas los monstruos no son capaces de entregarse a un idilio en la forma en que yo he logrado hacerlo. ¿O será que, precisamente por ser capaz de Amar de manera tan descomunal, se me ha tildado de ese modo?

Cuando la sustraje de su tumba, su hermosa piel aún se encontraba lozana y fresca, y me dio la impresión de que a Helena, al sentirse tomada entre mis brazos, le reconfortó la paz que brinda la compañía del ser amado -porque Ella me amaba-.

A Helena le causaba dolor permanecer sola en su sepulcro. Te aseguro que cuando ambos volvimos al hogar, su delicado cuerpo se cimbró por dentro, agradeciéndome mi gesto de entrega incondicional hacia Ella.

¡Ay, Helena mía! ¡Todo aquello de lo que se me condena lo hice con el objeto Honrarla! ¡Demasiado era el dolor que me suponía resignarme a vivir sin su presencia!

Mas tuve que soportar otra clase de sufrimiento: era espantoso percatarme de cómo día a día y noche tras noche, la piel de mi Bien Amada se corrompía, desfigurándose su hermosa silueta de Diosa Griega hasta que lo único que de Ella pude palpar fue su osamenta...

Muchas lágrimas hube de derramar antes de aceptar la realidad, pero llegó el inevitable momento en el que me vi en la necesidad de resignarme a vivir con lo que de Helena quedó: sus sagrados huesos, aquellas piezas que alguna vez constituyeron la estructura en la que se cimentara aquella monumental edificación del cuerpo de mi Adorada.

No; no me arrepiento de mis acciones. ¿Cómo arrepentirme de lo que hice por el Ser que más he idolatrado? ¿Cómo negar que si tuviese la oportunidad de recuperar la osamenta de mi Doncella, la guardaría como una reliquia invaluable?

Aun desde aquí, desde los paredones de este sanatorio mental, te repito, plenamente consciente de mis actos, que estoy cierto de haberme conducido de la manera en que me lo ha dictado el corazón, que nunca engaña.

No soy un demente. El Señor me ha otorgado su venia para demostrarle a Helena hasta qué grado la Venero, y me parece que mi Amor ha trascendido los límites que la muerte física supone.

¡No estoy loco! Ellos –los locos- no están conscientes de sus actos e ignoran su miserable condición. A mi razón, por el contrario, no le pasa inadvertida ninguna de mis acciones, planeadas siempre de una manera metódica y carente de impulsos ciegos.

Aquí hay muchos desquiciados. Me da lástima la turbamulta de infelices que se encuentran recluidos en este templo en el que se rinde homenaje a la locura. ¡Pobres seres despojados de humanidad! ¡Su desequilibrada mente jamás tendrá el placer de disfrutar con sus "seis"sentidos del inmenso gozo que supone la sensación de entregarse en cuerpo y ánima a la pareja adorada!

¿Cómo es posible que alguien como yo, quien el único pecado que ha cometido ha sido el de abandonarse al placer espiritual del amor, se encuentre preso en este sitio para delincuentes?

Amigo mío:  no podrías imaginarte cabalmente el terrible martirio que me produce el hecho de saber que, en este momento, los restos de mi Bella Helena se encuentran abandonados en alguna fría fosa, necesitados de amparo y carentes de mi calor, que siempre abrigó su delicado y voluptuoso cuerpo...

¡Jamás imaginé que Ella sufriría tanto después de que yo experimentase el éxtasis en el que me precipité al segar su vida!

FIN



Texto publicado originalmente en la Revista Cultural "Tirofijo", del Estado de Guanajuato.
Todos los Derechos Reservados.
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Mariano vive en Guanajuato. Es escritor y abogado, está casado con la poesía y es amante de la literatura.
Funge como ensayista y articulista en diversos diarios, periódicos y revistas culturales (aborda temas relativos al Arte y la Filosofía, entre otros)

Aún no ha muerto, pero extrañamente nunca falta alguna necrófila que lo aceche.

1 comentario:

  1. Andrea Delbec:
    Me encanto, me gustaría mas leer de el, por un momento recordé a Poe en su relato...

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