lunes, 20 de diciembre de 2010

Cuento: El lado obscuro de la almohada

El lado obscuro de la almohada
Por Mayela Valadez


Cada día en la mañana lo veía entrar a su oficina, con su maletín de piel, su traje caro, su cara resplandeciente: cero arrugas, sin ojeras y con una gran sonrisa; una cara común entre las personas que han pasado una buena noche, gente sin insomnio, seres humanos que tienen el privilegio de dormir hasta 8 horas. Lo observaba con envidia y con una especie de odio que crecía hora a hora.
–Buenos días jefe –le saludó
–¡Buenos días mi subordinado!, si sonriera más seguido esas ojeras desaparecerían, jajaja, póngase a trabajar –le respondió mientras entraba carcajeándose a su oficina.
–Maldito –pensó, cómo lo odiaba...
Él  odiaba a todo aquel que durmiera más de 8 horas, a quien tuviera una cara radiante, una sonrisa que mostrara unos dientes blancos, odiaba a todo aquel que no tuviera una almohada parlante como la de él. Cada noche durante sus  40 años de vida, al apoyar su cabeza en esa misma y maldita almohada, ésta le recordaba todas  las cosas que había hecho mal en el día, le recordaba su miserable infancia, su pésima adolescencia y su vida de juventud como becado en una institución. Cada noche, por más que contara hasta tres mil borregos, por más que tomara pastillas  o tés de diversas yerbas, su almohada no lo dejaba dormir.
 –¡Qué inútil invento del hombre! –gritando esto, se levantó una noche y arrojó la almohada al piso.
Esa ocasión no sólo no pudo dormir, sino que al día siguiente se levantó con un dolor en el cuello que lo puso aún mas irritable y no lo dejó trabajar.
–Maldita almohada, tal vez se hizo sólo para ayudar al cuello a descansar la grande y pesada pieza contenedora del cerebro, ¡bah!, pero a mí de qué demonios me sirve. Esa estúpida almohada y ese trabajo mediocre me están sacando de quicio –le gritó un día a su madre por teléfono, cuando  ella le llamó  para saber cómo se encontraba.

Y así pasaban sus días; por las mañanas soportaba las humillaciones de su jefe y por las noches los interminables monólogos de su almohada. Hasta que un día, estando en una junta con su jefe, observándolo detalladamente con odio y envidia, se dio cuenta de la causa de sus males…


–¿Cómo es su almohada jefe? –le preguntó de repente.
–¡Qué!, ¿para qué quiere saber eso?
–Sólo dígamelo, se ve que duerme muy bien y últimamente he pensado en cambiar la mía
El jefe soltó una ruidosa carcajada y le respondió:
–Es usted un hombre triste y amargado, ¿no le basta con eso?, ¡y ahora además loco!, pero le diré; mi almohada es única, está repleta de plumas de ganso, pero no de cualquiera; son gansos parisenses, el forro es de seda y esta cosida a mano, así que mi estimado, dudo mucho que pueda comprarse o siquiera conseguir una igual. Por favor, deje de preguntarme cosas estúpidas o lo echare a la calle. Ahora continuemos trabajando –
El sólo bajó apenado la mirada y maldijo al jefe en silencio.


Esta noche fue la peor del mes; la almohada lo insultó todo el tiempo ¿Cómo es que se atrevió a hacerle una pregunta tan tonta al jefe?, y lo peor; ¿cómo es que pensaba en cambiarla? Esa noche la almohada colmó su paciencia, él se levantó, le quitó la funda y la volvió a arrojar al suelo. No le importaba que al día siguiente su cuello doliera, al fin ya sabía qué hacer para terminar con todos sus males.
Al otro día no fue a trabajar. Se quedó en su casa planeando cómo robar la almohada de su jefe y gastó ocho horas arreglando un lugar en el cual poner la almohada una vez que la tuviera. Así le llego la noche, salió de su casa armado con su vieja almohada, dispuesto a cambiar su vida.
No le costó trabajo entrar a la mansión de su jefe, pues  era muy escuálido... En menos de 10 minutos ya estaba en el cuarto frente al hombre que más odiaba. Entonces, tomó su fea y aguada almohada parlante y la apoyó con furia contra la cara de su jefe hasta asfixiarlo. Cuando se aseguró que ya no respiraba, jaló con fuerza la almohada por debajo de la cabeza, arrojó su sucia, fea, aguada y parlante almohada a la cara del jefe y salió corriendo, lejos del ser humano y del maldito objeto que habían hecho de su vida un tormentoso infierno.
Llegó a casa con la almohada de plumas, blanca, reluciente y suave,  sabía que ésta era la indicada.
La noche del rapto, él había dormido plácidamente, a la mañana siguiente tenia mejor humor. Se levantó temprano, desayunó y se lavó los dientes, cosa que no hacía desde el inicio de su insomnio.
Camino al  trabajo, se arregló su  corbata sucia pensando en que ese mismo día la lavaría, y emprendió el paso sonriéndole a todo peatón que se le cruzara. Llegó a la oficina, saludó a todos, limpió su lugar de trabajo y se sentó alegremente. Todos lo miraban sorprendidos, pero a él no le importaba.
–¿Ya llego el jefe? –le preguntó a su compañero de al lado, al que nunca le hablaba.
–No –le respondió contrariado mirando con asco sus dientes.
–Bueno, a lo mejor ya no regresa y esta vez si me ascienden, ¿no cree? –.
Su compañero solo acertó a mirarlo.
Al final del día fue el último en salir del edificio, y a pesar de estar cansado aún conservaba su amarilla sonrisa. De camino a casa cantó y compró varios objetos de limpieza
-¿Cómo es que vivo en un lugar tan sucio? -Se dijo.

Esa noche después de limpiar toda su casa, cenar, lavarse los dientes y ponerse su pijama nueva, tomó la almohada del altar que le construyó,  apoyó lentamente su cabeza, en la ahora sagrada almohada blanca de plumas, sonrió por última vez en la jornada, cerró los ojos y se disponía  a dormir... cuando de repente, escuchó un susurro...



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Mayela nació en Villa de Arriaga (San Luis Potosí), estudia lengua y literatura hispanoamericanas. 
Leyó este cuento en el "Segundo encuentro de creadores y letreros"  tras arduas batallas por conseguir el auditorio.
Recientemente publicó "Recuperando mi virginidad" en Cuentos Potosinos

*Como en muchos de sus cuentos, cabe aclarar que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

2 comentarios:

  1. Importante aclaración. No falta el que le pregunte: "¿apoco si te hablan las almohadas?"

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  2. Ahora sè como arreglar mi problema de insmonio...
    Let's kill the world.
    Muy bueno. Un abrazo. :)

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